miércoles, 4 de marzo de 2015

LOS SIETE CABRITILLOS, SIEMPRE EL NÚMERO SIETE


En los cuentos aparecen los números con un rigor mágico que nos hace vibrar inconscientemente. El 3, el 4, el 7…
Son siete los cabritillos, siete los enanitos del bosque, siete las montañas mágicas, siete puertas para acceder al misterio, siete días tiene la semana, siete los colores del arco iris, las notas musicales, los chacras… El siete aparece y vuelve a aparecer para dibujarnos un mapa de los arquetipos, de nuestra psique, del proceso de construcción de nuestro yo, para marcar el guión existencial de nuestra vida. Los cuentos, esos monumentos de la humanidad, nos guían a través del bosque de la creación de nuestra vida y nos dan pautas para vivir y adaptarnos al medio que nos acoge. Todo confabula para que sepamos crecer con dignidad, claridad y belleza interior.
El cuento de los siete cabritillos, en el que ahora estamos enfrascados para el próximo montaje, es el primer paso que ha de dar el infante, el héroe en la terminología de Jung. Acaba de nacer y ya se tiene que enfrentar al tiempo (el reloj donde se esconde, bella imagen), ya tiene que entender que esto va de otra cosa diferente a cuando estaba dentro de su mamá, que hay que enfrentar la vida desde la separación, ya no hay unidad, todo es dualidad y el lobo te puede comer si tu mamá no está, porque es astuto y su presencia enseña que hay que espabilar para no acabar en su panza. La evolución se ha puesto en marcha, no hay vuelta atrás. El tictac nos predice que habrá un final.

Y en esas estamos, corriendo, dando topetazos, haciendo el cabrito para que los niños y niñas que vengan a vernos disfruten de tan sencillo cuento con tan profunda simbología. Y juntos vamos creciendo.


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