¿Y el de Caperucita? ¿Y el de los
tres cerditos? Son muchas incógnitas a resolver, pero no os preocupéis porque
vamos a aplicar la lógica infalible de la psicología profunda para dar luz a la
oscuridad. Hemos escrito en anteriores post sobre el papel simbólico de las
figuras parentales en los cuentos, pero lo cierto es que en estos cuentos tan
básicos como primarios y absolutamente exitosos entre niños y niñas de la
primera edad, el padre no aparece, aunque ha dejado su huella, claro está
(¡siete cabritillos!). No vamos a especular sobre si está de inmigrante,
cazando, merodeando por ahí o, Dios sabe dónde, lo cierto es que no está. Pero
es que en estos cuentos no hace falta. ¿Es necesario el padre para el niño o la
niña en la primera infancia? Me temo que no. Solo es necesaria la madre y
punto, lo que no quiere decir que su presencia no sea importante, es otra cosa.
Luego vendrá otro momento evolutivo en el que sí sea vital su presencia y que
los cuentos se encargarán de recoger bien.
En los siete cabritillos se
muestra el primer contacto con el tiempo biológico real (el reloj) y la primera
separación de la madre y los peligros que trae consigo. Y además, sin quererlo
ellos, viene impuesto.
En Caperucita, la pequeña se
atreve a lanzarse al mundo, es valiente, está creciendo y se adentra sola en
ese bosque, inconsciente colectivo repleto de florecillas…y lobos.
Y en los tres cerditos ya
pretenden organizarse con autonomía propia, sin madre, sin padre, nada, como si
fueran una experiencia “in vitro”, entrando en el mundo con su organización
social, pero, ojo, que hay que saber estar con uno mismo, haber integrado todas
las etapas del crecimiento o… el lobo, siempre el lobo.
Así que ya vemos, el padre no
hace falta para nada. Bueno, suponemos que está procurando el sustento, o no,
cualquiera sabe. No juzguemos. Llegará su momento de ejercer.
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